La congoja que pesa en mi corazón es tan desmesurada, que el aire que viaja a través de mis pulmones se consume lentamente y con desdén. ¡Os he fallado, padres! No puedo continuar con mi deshonra, y mucho menos con la pena que dejó en mí aquel sentimiento llamado amor. Mi ser es incapaz de perdonarme, espero que ustedes puedan. Nunca pretendí ser el motivo de sus lágrimas, tampoco de privarles de una vejez dichosa junto a sus nietos.
Ahora, en lo más alto de esta torre respiro la paz que tanto ansiaba desde que mi amante partió de este mundo hacia la otra vida. '¡Oh, Dios, ser de luz y clemencia, permítame volver a sentir su presencia!
Mi mente vuela libre, buscando un remedio a este dolor que siento en lo más profundo de mi pecho. Esa agonía que me abate lentamente y me priva del placer de la vida. Tal vez, tomando esta decisión pueda recomponer mi corazón, los pedazos que aún quedan de él. Padres, ojalá mi alma encuentre consuelo al reunirme con mi amor. Esperaré a volver a verles en la otra vida.
Andrea De La Fuente Igual.
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